Cubanoamericano: "Como nacido en Cuba, tengo un deber con la isla"

(En la foto: Círculo cubano de Tampa: Sociedad recreativa y cultural, fundada el 10 de octubre de 1899 por emigrados cubanos en Ybor City. El local, un edificio neoclásico ubicado en la calle República de Cuba 2010, posee biblioteca, salón de baile y de teatro y un Museo que guarda valiosos documentos sobre la historia de las guerras de independencia de la Isla y de la presencia cubana en esta ciudad.)
Es el mismo edificio de ladrillos rojos y escaleras torneadas en hierro, junto a los cuales se retrató Martí con un grupo de emigrados cubanos que organizaban la nueva guerra contra España. Más de un siglo después, allí está ahora el Padre Ramón Hernández Serralta en una fotografía que lo muestra con un grupo de cubanos a la entrada de la fábrica de Tabacos de Vicente Martínez Ybor, en Ybor City, Tampa, y es la única referencia visual de un entrevistado que, por fuerza de la presión del cierre editorial, se ve obligado a conversar por teléfono con esta publicación.
El Padre Ramón, de la diócesis de San Petersburgo, en Tampa, Florida, ha viajado a Cuba a la vera de dos importantes asuntos de "trabajo", como el llama todo el tiempo a su sacerdocio: un cargamento de medicinas financiadas por su iglesia ha viajado con los Pastores por la Paz, y fue invitado a participar en el Tercer Encuentro Internacional de Estudios Sociorreligiosos, que tuvo lugar en La Habana, en los primeros días de este mes.
-¿Cuál es su experiencia de trabajo parroquial con la emigración cubana?
-Durante 11 años trabajé con cubanos en Puerto Rico, pero allí los cubanos eran minorías. En San Juan, eran muy pocos. En Dade City, que es un pueblo del norte de Tampa, donde he vivido durante los últimos 9 años, hay muchos cubanos y puertorriqueños, además de otros latinoamericanos. He trabajado con cubanos en dos renglones: en ayudas -sanitarias, de trabajo y otras- y en el aspecto educacional, sobre todo en el ajuste a la nueva realidad. En el panel hacíamos una salvedad: no son iguales las características de los emigrantes cubanos en todas las etapas. En los últimos 40 años, hay tres tipos perfectamente distinguibles: una primera emigración de los años 60; la segunda, en los 80, y una tercera, que coincide con la llamada lotería, pero que es en realidad una emigración selectiva, casi todos profesionales muy bien preparados. Lo que hacemos es tratar de ayudarlos en ese "ajuste". Como he trabajado fundamentalmente en San Juan y Tampa, he estado muy al margen del microclima de Miami, que es artificial. Funcionan otros aspectos que no son solo el de ajuste y de trabajo, sino donde se sobredimensionan las cuestiones políticas.
-Usted organizó una peregrinación de cubanoamericanos a Cuba, durante la visita del Papa en enero de 1998. Cuénteme de esa experiencia.
-Coordinamos una visita de unos 50 cubanoamericanos durante la visita papal y trajimos también seis canales de televisión. Los cubanos asistieron no solo por la presencia del Papa, sino para reencontrarse con sus raíces: unos habían emigrado de Cuba hace 50 años y el más joven, se había marchado solo cinco años antes. Hicimos un estudio sociológico del grupo, y eso determinó una dinámica que ha funcionado, tanto en el aspecto eclesial de ayudar a organizaciones internacionales que también tienen vínculos con Cuba, como en otros proyectos donde un grupo de cubanos de diversos orígenes seguimos trabajando juntos.
-Padre, usted vive en un lugar entrañablemente ligado a la historia de nuestro país, Tampa, donde siempre hubo una presencia cubana que se suele olvidar cuando se habla de emigrados de la Isla. Parece que la emigración cubana comenzó en el 59...
-En Tampa hay una presencia muy grande, no solo de lo cubano, sino de lo hispano. Desde la década del 30, en el siglo XIX, hay hispanos allí, y la presencia cubana comienza a acentuarse en los años 50 de ese siglo. Martí viajó alrededor de 20 veces a Tampa. Allí fraguó su pensamiento, dio sus grandes discursos y fue a visitar la tumba del Padre Félix Varela, en San Agustín. La Historia de Cuba no se puede escribir sin el capítulo de Tampa. Y es algo que está vivo. Cuando uno visita el Parque José Martí, cuando uno camina por todas esas calles, cuando uno escucha a nietos de aquellos primeros cubanos que se establecieron, uno descubre cuán vital es esa historia.
"En los últimos años, el Jefe de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, Fernando Remírez, ha estado dos veces en Tampa; el cónsul, Armando Collazo, una; el Cardenal Jaime Ortega, dos... Esa presencia de cubanos de la Isla -del gobierno, de la Iglesia...- y la visita de muchas personas que van a ver a sus familiares, indica hasta dónde hay una presencia cubana en ese lugar, y que sigue muy unida a la Isla."
-Por cierto, hoy he sabido que el parque José Martí, de Tampa, sigue siendo patrimonio del Estado cubano, es propiedad de la Isla...
-Exactamente. Eso se ha quedado un poco en un limbo, desde los años 60. Cuando estuvo allí el embajador Remírez él nos explicaba que estaba visitando un pedazo de terreno insular. Pero ese no es el único terreno vinculado a Cuba. El último consulado de la Isla que se cerró en Estados Unidos fue justamente el de Tampa, en la calle Franklyn. El Parque está bastante bien conservado por un patronato que se creó en los años 60 y que se revitalizó en los 80... Claro, cuando tratamos de hacer algo que se desmarque de lo político, pues siempre hay sus problemas, sus fricciones, pero los cubanos de Tampa, en general, se han ocupado bastante de él.
-¿Todavía pueden encontrarse descendientes de aquellos fieles tabaqueros que conoció Martí?
-Sí, como no. Descendientes de tabaqueros y algunos que siguen en el oficio. Lo que pasa es que este ya no es el fuerte del trabajo en Ybor City. Aquellas tabaquerías donde estuvo Martí ya no existen. Una es una cervecería, otra es un museo... El Círculo Cubano* sí se ha restaurado bastante, y eso es muy, muy importante para nosotros.
-Me habló de San Agustín, la ciudad donde estuvieron los restos del Padre Varela. Sabemos que ha sido un promotor del hermanamiento de esa ciudad con Baracoa, una manera digamos más práctica de enlazar a los dos países.
-Ese hermanamiento quien lo toma en su mano es quien fuera alcalde de San Agustín, Len Weeks. El estuvo en Baracoa el año pasado. Aunque ya no es alcalde, sigue formando parte de una comisión de restauración histórica. Se pensó que podían hermanarse San Agustín y Baracoa, por ser ciudades primadas -la primera se fundó en 1565, y la segunda, en 1535-.y tener mucho en común históricamente. Y esto ha caminado muy bien, porque hay personas muy buenas en función de esto. Ahora en agosto viene una delegación de profesionales, que llevará ayuda a Baracoa. Desde San Petersburgo hicimos un envío, a través de Pastores por la Paz, de unas 100 cajas de medicinas para el hospital del Guantánamo, y ese es otro de los motivos de mi presencia acá.
-¿Cuál ha sido su participación en el debate para que se elimine las prohibiciones de ventas de medicinas y alimentos hacia Cuba?
-Hemos estado trabajando con varios grupos en Washington, haciendo lobbys con congresistas y senadores que han estado apoyando al bloqueo y hemos visitado para que desistan de esa posición. Cuando ya todo parecía que iba a funcionar, hubo una jugarreta -ustedes estuvieron muy al tanto acá-, y desgraciadamente no se puedo llevar a efecto. Es un trabajo muy largo, de mucha paciencia, que implica tocar muchas puertas, y en eso estamos.
-¿Su condición de sacerdote católico le ha traído conflictos en este esfuerzo? ¿Cómo se siente en la Isla?
-Primero, porque soy cubano me siento muy bien haciendo esto y de regreso en mi país, en mi pueblo, San Luis. En este viaje mi madre ha vuelto conmigo y hemos estado en Boca de Galafre. También, mi cuñada, que ha traído a su hija, nacida en Estados Unidos. Mi sobrina tiene 17 años y está muy entusiasmada. De modo que yo estoy viviendo este retorno familiar, de reunión y de confraternidad, con el que sueñan muchos cubanos, y al mismo tiempo, como sacerdote, como uno más que en Estados Unidos está tratando de poner su grano de arena para que haya normalización de relaciones y que estas transiten en la dirección apropiada: sin lesiones a la dignidad del pueblo de Cuba.
-¿Qué ecos sigue teniendo entre la feligresía cubanoamericana el reconocimiento del Papa de que "las medidas económicas restrictivas e impuestas desde el exterior son injustas y éticamente inaceptables"?
-Los obispos de Cuba, en 1969 hablaron del bloqueo no solo como algo inmoral, sino injusto. La Iglesia de Cuba ha estado clara en eso, y también, la de Estados Unidos. El pronunciamiento del Papa fue muy tajante y en su última declaración, en la alocución a los obispos de Cuba, que estaban de visita la semana pasada en Roma, volvía a hablar de que este tipo de coacción no solo es injusta e ilegal, sino que va contra todos los cánones cristianos. En lo personal, esta es una política que nunca entendí -no te olvides que vivía en Cuba cuando comenzó, a principio de los 60-, y que nunca entenderé."
-¿Qué es lo que no entiende?
-Nunca voy a entender la injusticia. La percepción de que esta política es injusta se está abriendo paso, cada vez más, en el pueblo norteamericano. Hay mucha desinformación: suele presentarse como una presión al gobierno de Cuba, pero es en realidad una presión injusta a todo el pueblo de Cuba. Se trata de manipular la realidad, pero cada vez más, y sobre todo a partir de los sucesos de Elián y su retorno a Cuba, ha habido una gran clarificación en el norteamericano medio acerca de que la política exterior de su país en el asunto cubano, ha sido secuestrada y que hay que rescatarla de las manos en las que tradicionalmente ha estado.
"De hecho se han dado algunos pasos. Próximamente habrá una exposición bipartidista en el Congreso, esta año, para pedir que los viajes sean liberados de todas las presiones, y a la larga, tal vez pueda haber algún comercio normal entre ambas países."
-En lo personal, ¿cuánto afecta el bloqueo al cubano emigrado?
-Es una situación artificial, algo provocado, un error que está aislando más a Estados Unidos, que a Cuba. Son cosas que uno no se explica, mientras hay muchos inversionistas norteamericanos que están deseosos de establecer nexos económicos con la Isla, pero esta absurda política se los impide. Sin embargo, yo creo que a la larga esta situación tiene que cambiar.
"Para la familia cubana lo único que ha traído es sufrimientos y problemas. Cuando uno se decide a viajar, o quiere ayudar, pues tiene que hacer malabares tremendos... Cuando esta relación es anormal, todo lo demás se torna anormal. Y nosotros lo que estamos exigiendo es que sea lo más normal posible, y mantendremos esa posición, en todo nuestro trabajo y en toda nuestra actividad. No se puede desconocer que el año pasado visitamos Cuba más de 137 000 emigrados cubanos, en su mayoría de Estados Unidos, y me han dicho que en lo que va de 2001 esa cifra casi se ha superado, sin contar los norteamericanos que vienen por su cuenta. Es decir, hay una mayoría silenciosa que está determinando un futuro, y hacia eso vamos."
-¿Cuánto pesa Cuba en lo que Ud. hace en Estados Unidos?
-Pesa mucho, todo el tiempo. Como nacido en Cuba, tengo un deber con ella. Como trabajador de la Iglesia de Estados Unidos, tengo un deber con esa Iglesia. En la medida en que trato de cumplir con estas dos cosas, pues me siento bien conmigo mismo. No he hecho más que realizar lo que he creído justo. Uno no busca las coyunturas, pero cuando estas nos reclaman, hay que cumplir con ellas a cabalidad. Y yo no me arrepiento de nada de lo que he hecho.
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Padre Ramón Hernández
Dirige la Oficina Hispana de la Diócesis de San Petersburgo, que abarca unas 20 parroquias al norte de Tampa. Es la quinta visita que hace a Cuba, después del viaje del Papa a la Isla. Participó en el taller Religión y Emigración, del III Encuentro Internacional de Estudios Sociorreligiosos: Los procesos religiosos y sociales en las condiciones del nuevo siglo, celebrado en La Habana del 3 al 6 de julio de este año. Nació en 1945, en Pinar del Río. Estudio sacerdocio en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, de La Habana. Se ordenó en 1973 y trabajó en Los Palacios, Pinar del Río, como párroco. En 1980 emigró con su familia. Vivió once años en Puerto Rico. Le solicitaron que trabajara en Tampa, vinculado a los emigrados, y comenzó su labor en contra del bloqueo norteamericano a su país natal y por el acercamiento entre ambos países.
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